domingo, 23 de junio de 2019

FÁBULA DE UN INMIGRANTE. 
Capítulo XI.

"Mi caja de Pandora"

 Ubicación cronológica: Primeros meses. Localización geográfica: La cumbre borrascosa. Situación laboral: empleo de ocho horas en mi profesión. Acabo de regresar de la odisea diaria. Ya estoy en mi pequeña Itaca, mi diminuto reino ubicado en los confines del edificio, iluminado tenuemente por un pequeño tragaluz. Sin embargo, desde hace poco eso había dejado de importar, algo había cambiado, alguien había cambiado. El aura de nuestra habitación era brillante y estábamos más tranquilos. Las ideas de Kant rondan mi mente: "la cosa en sí es incognoscible, solo percibimos sus fenómenos". Entonces, el cuarto en sí no era grande ni pequeño, ni feo ni bonito, era un espacio determinado que debíamos llenar de percepciones hermosas para sentirlo un hogar. Pero lo que Kant no sabía es que la "cosa en sí" podía tener intermediarios. Y es que desde que mi rosa azul optó por sacar su caja de Pandora y colocarla en un sitio visible, ya todo se veía mejor, se sentía distinto. Parafraseando a Sócrates, ser feliz no es vivir donde quieres, sino querer en donde vives. Habíamos escapado de un infierno y sentimos por un tiempo haber llegado al purgatorio, hasta que empezamos a imaginarlo como nuestro propio cielo. Aprendimos a sonreír más intenso de lo normal para lograr que el alma brille, y así destruir los agujeros negros que se devoran los ánimos. Ya había empezado a vender fresas con cremas y eran populares por ser exóticas. Todo marchaba mejor. Jonás y yo nos mirábamos en el espejo refulgente que había en la humanidad de mi esposa. Después de haber cruzado el umbral y caer en lo desconocido, al fin logramos convertir un territorio pedregoso en una zona de confort. También era una noche especial, por ser la última. Todas las maletas estaban nuevamente hechas, el taxista vendría a recogernos a las 5.30 am del día siguiente. Hora de mudarse y evolucionar. Ya no tardaría más de cuatro horas de viaje, ahora serían menos de dos y viviríamos en un distrito que bauticé como la pequeña Venezuela, plagado de paisanos, de inmortales. Ya Jonás tendría más espacio hogareño para jugar y correr, disfrutaría de parques en cada esquina,    de un paisaje menos desértico. Sin embargo, nuestra evolución no radicaba solamente mudarnos ni haber conseguido buena entrada extra de dinero. Todo este proceso luminoso venía desde el interior y lo demás fue solo un efecto colateral. Y la protagonista de esta proeza había sido  mi esposa. Alguien quien decidió descender por sí sola a profundidades tenebrosas y luchar sin nuestra ayuda en contra de los demonios de la migración: la soledad, el desempleo, la tristeza. Luchó con denuedo hasta que se dio cuenta de que era una batalla perdida, porque nunca podría vencerse a sí misma. Así que un día, logró abrir una puerta desconocida que había en nuestro reino, recorrió dimensiones enteras plagadas de dolor y sufrimiento, se burló de las voces de polvo que cantaban melodías de abandono, vivió en un laberinto de silencio en espera de murmullos divinos, hasta que al fin halló el mayor tesoro que habita en la oscuridad: la esperanza.



Francisco J. Flores R.

viernes, 21 de junio de 2019

FÁBULA DE UN INMIGRANTE. 
Capítulo X.
"Mis sueños de inmigrante"

Suena el timbre y es la hora de salida. Este tiempo hiperactivo hace que la jornada de trabajo se vaya en un soplo. Particularmente hoy me alegra de que así haya sido porque es día de pago, y en efectivo, aún mejor. En Venezuela, tratar de sacar el dinero que te  depositan de tu salario es un trabajo más duro que un día completo de labor. Me siento cerca de la oficina como ignorando a la subdirectora que está llamando a cada trabajador que vea cerca de ahí para cancelarles. Esquivo su mirada hasta que mi estrategia tiene éxito. -Profesor Flores un ratito por favor. Sonrío exitosamente y aparentando extrañeza le pregunto: Sí miss, dígame.  -Profesor, para que cobre... a ver... aquí está su pago. Muchas gracias miss. -Ya profesor, no se preocupe. Una vez que me pagan me dispongo a irme porque ya no es necesario disimular. Sin embargo, me detengo un momento cuando me percato de que la subdirectora me ha pagado con una piedra. Entro en estupefacción tratando de explicarme el curioso evento. Me regreso a ver si la miss se ríe para reverlarme la broma, pero está ocupada pagándole a otro profesor. Lo peor es que ese docente sale contando su dinero sin problemas. No tengo más remedio que confiar en mi jefa e irme. Observo bien la piedra y es hermosa, pequeña y muy lisa, no parece de aquí, sino que luce como aquellas que recogía en el río El Castrero sin motivo alguno. La introduzco en mi bolsillo y me olvido de ella. Apenas llego a mi casa me encuentro a mi esposa e hijo sumidos en su rutina doméstica: Él jugando con lo que encuentre, ella indagando en internet nuevas estrategias para progresar como inmigrantes. En ese tiempo mi esposa aún no había conseguido trabajo, fuera de la casa cabe acotar. Nos saludamos efusivamente. Mi rosa azul me pregunta: -cuéntame papi, cobraste?. Sí amor gracias a Dios. Mañana no salgo a vender -dije contento, dándome un día libre-. De repente sentí algo extraño que empezó a molestarme, lo ignoré pensando que no sería nada grave. A la mañana siguiente, antes de irme para el trabajo, sentía un peso torturador. Entonces me di cuenta de que era la roca. La saqué de mi bolsillo y estaba más grande, deteriorada y de un aspecto detestable. Decidí dejarla escondida en la casa. Mejor andar con los bolsillos ligeros y dejarla asegurada para que no se desgaste, aunque en el fondo me sentía vacío y angustiado. -Cuándo vas a hacer mercado? Me preguntaba mi esposa en tono de curiosidad. Hoy mismo amor, -le respondí-. Ya pagué la renta y los servicios. Vamos a comprar el televisor?- le pregunté contraatacando. - Claro amor, ya es justo después de tantos meses. Cerramos conversación y me voy a buscar la piedra en el lugar que la escondí. No la encuentro. O mejor dicho ya no está. Quise cuidarla pero al final desapareció y no terminé de cumplir mis metas del mes. Al menos logré cubrir lo básico. Será para el próximo cuando pueda empezar a amoblar el apartamento y mandar más dinero a Venezuela. No te preocupes Francisco. Vuela el tiempo sin alas y ya vuelve a ser día de pago. Esta vez me pasó algo aún más curioso. La miss empieza a llamar por tutores de grado, de menor a mayor. Cuando toca mi turno, me llama: profesor Sísifo, venga por favor. Sonrío nerviosamente por cómo me nombraron y veo a los ojos a mi jefa. No hay nada oculto en su mirada o actitud. Me vuelve a dar mi roca y me marcho. No quisiera volver a guardarme la piedra en el bolsillo, no quisiera esconderla porque sé que terminará desapareciendo nuevamente antes de cumplir todos mis sueños de inmigrante, mes tras mes. Pero es inevitable, es mi preciosa, dependo de ella, vivo para su brillo efímero. Súbitamente me encuentro solo, frente al pie de una empinada montaña, y la pequeña piedra ha transmutado en una gigantesca roca que debo subir hasta lo más alto de la cima. Solo espero que mi esposa no se preocupe si llego más tarde que de costumbre a la casa.


Francisco J. Flores R.

martes, 11 de junio de 2019


PENSAMIENTOS DE UN INMIGRANTE.
Capítulo 1.
“Quien iba a pensar”

            De pronto vas caminando, sentado en algún transporte público, mirando alguna noticia o red social en el teléfono, haciendo cualquier actividad laboral o no, ves, lees algo y se te va la mente, en mi caso sonrió muchas veces y otras tantas quedo envuelto en ese mundo único, libre y mágico de los pensamientos. 

¿Quién iba a pensar? ¿Como es que he llegado aquí? ¿Y si estoy aquí, donde estaré luego?

No es vivir en el pasado, es recordar las vueltas que da la vida, de niños y pre-adolescentes crecemos viendo programas, caricaturas, películas y nos bombardeaban con tantas cosas de otros países, parques, hoteles, atracciones y dices que seria espectacular viajar y conocer dichos sitios, turistear.  Fantaseas con conocer todo eso, lugares como Disney World por poner un ejemplo.

Ya de adolescentes, estudiando para ser un profesional, aunque se mantiene ese pensamiento de una forma muta, evoluciona y dices quiero estudiar, graduarme, hacer plata para ir a tal sitio porque me gusta y quiero ir algún día.  Pecas de altanero y prepotente, como dijo mi primo Fran en una de sus fabulas “yo si salgo de mi país es a vacacionar, a conocer, yo no abandono mi país” y mira, el que escupe pa´rriba muchas veces le cae el… ustedes saben.

A mí siempre me llamo la atención y todavía ojo, Inglaterra, no sé, como es su cultura, su manera de hablar el inglés, clima, tierra de Harry Potter, James Bond, jajaja. Pero me gusta, no era Cancún, Bora Bora, Miami, España, EEUU, entre otros.

Ya de adultos muchos cumplieron sus sueños, otros no, pero si nuestra generación en gran parte esta afuera conociendo nuevos lugares, costumbres y personas, la situación país nos llevó al Venezolano a tomar otros rumbos, dejar atrás su frontera, su ambiente y aventurarse.  Quizás no era lo que pensamos en nuestros inicios, pero salimos a la final no.  A trabajar, a buscar mejor calidad de vida y nuevas oportunidades pasando por circunstancias malas y buenas que a la final nos da más experiencia.

Y así estamos, dispersos como los países nombrados en la canción “Latinos” de proyecto uno, en otro continente con títulos y certificaciones apostilladas que gracias a Dios a muchos les sirvió, a otros no, pero saben que, igual trabajan de lo que salga, le echan un camión de bolas para salir adelante y ayudar a sus compatriotas y familiares que aguantan una pela ruda allá en nuestro bello e infinitamente mejor país Venezuela.

Nojodas, a fin de cuenta dos cosas, uno, quien sabe dónde voy a estar en unos años, quizás donde quisiera o de turismo (ojalá), o de regreso en el país para sacarlo adelante, porque nadie sabe lo que tiene hasta……   Y dos, quien iba a pensar que tanto que nos decían “estudia para que llegues lejos” a la final verdad se aplicaría, cierto, si Mama, Papa, Hermanos y Hermanas, Primas, Primos, Familiares y Amigos en general estamos lejos físicamente, pero unidos siempre de corazón.


Carlos E. Marin



lunes, 10 de junio de 2019

FÁBULA DE UN INMIGRANTE. 
Capítulo IX.
"El laberinto"
Ambos estamos asomados por la ventana del autobús. Lo sujeto fuertemente como siempre. Es un miedo exagerado a que algo malo le pase. Su gorro y bufanda dejan poco que ver de su rostro. Sin embargo, destaca lo más tierno que Dios ha podido regalarme. Su mirada un tanto triste me aflige momentáneamente. Es su primer día en la guardería y lo sabe. Tuvimos que levantarlo muy temprano, destruir su libertad rutinaria. Vamos en camino al distrito en el cual trabajo. Es uno de los más frondosos de Lima y me recuerda a mi adorada Maracay. La primera vez que lo vi me dije: quiero vivir ahí. Me concedieron el deseo a medias al darme un trabajo. Justo enfrente del colegio en que trabajo está su sede de educación inicial y allí comenzaba a asistir mi hijo Jonás David. Él seguía callado en el trayecto, como si hubiera atrapado un cometa del universo para no aburrirse en sus pensamientos. Llegamos a nuestra parada, pero aún tenemos que caminar quince minutos para arribar a nuestro destino. Debo cargarlo para ahorrar tiempo. Mi hijo luce un tanto decaído por lo que decido cambiar su realidad y mejorar su día. Nos aproximamos a un callejón o pasaje que atravieso todos los días de camino al colegio. Así que le susurro a Jonás que estamos a punto de entrar a un laberinto muy peligroso plagado de villanos, que necesitaré de su protección. Una sonrisa temeraria lo saca de su ensimismamiento. Todo la realidad se borra a nuestro alrededor. Ya estamos en el laberinto. Los ojos de Jonás comienzan a brillar con una intensidad inusitada. Me pide que lo baje para prepararse para las batallas. Yo me escudo en él y le voy mencionando a sus rivales aparecer. Allí está Octupus Jonás!. Él se transforma rápidamente en Spiderman y arquea sus piernas y brazos como el intrépido arácnido. Su sentido lo alerta y se percata de los tentáculos abalanzarse violentamente hacia nuestras espaldas. Spiderman da un salto mortal invertido y en el aire suelta miles de telarañas que inmovilizan cada uno de los tentáculos. Oh villano ya te tengo!,-le grita-. Y enseguida lo desmaya. Seguimos por el laberinto, sin encontrar aún la salida por sus múltiples vertientes. Ahí está Jonás!, ese que viene es Loki!, y tiene el teseracto!, en quién te vas a convertir?. No me responde, solo empieza a molestarse inexplicablemente, mientras que su forma humana se altera rápidamente a la par de un enverdecimiento de toda su piel. Músculos exorbitantes brotan, sus piernas son casi tan gruesas como las llantas de un auto, voltea hacia mí y su rostro desaliñado e iracundo me muestra que ahora es Hulk. De no saber que es mi hijo saldría corriendo. Apenas alcanzo a gritarle que ya Loki está sobre él, pero era muy tarde. El asgardiano se aproxima en el aire y lanza un poderoso rayo con su cetro. Sin embargo, la reacción de Hulk fue impactante. Abre su boca tan grande que hubiera podido devorarse a una mototaxi. Se traga por completo los rayos expelidos por Loki, quien desafortunadamente cae justo enfrente de su enfurecido rival. Este aprovecha y le grita muy cerca de su cara: Yo soy Hulk! Aaarrr!. Loki se derrite allí mismo. Las risas de ambos interrumpen la épica. Pero esto no ha terminado. Ya hemos encontrado la salida, aunque está bloqueada por un temible último contrincante: Lex Luthor. Y no está solo como un simple humano, se encuentra recubierto por un monstruoso exoesqueleto de avanzada estructura nanotecnológica. Nunca había visto a este villano en persona, su mirada denota maldad pura. Me observa y sin pensarlo levanta su poderoso puño cibernético para aplastarme el rostro. No llega a golpearme. Jonás, trajeado de azul con botas y capa roja detiene su mano sin problemas. El hombre de acero ha entrado en acción, su héroe preferido, nuestro héroe preferido. Se eleva en el aire con majestuosidad, y ante la mirada atónita de su archirival encoge su puño derecho para devolver la agresión. Un estruendoso golpe rompe la barrera del sonido e impacta a Luthor enviándolo lejos como una pelota bien bateada. Veo a mi hijo viviendo su fantasía y todo lo demás deja de importarme. La alegría no dura mucho. Lex también puede volar y ya regresa con furia para atacarnos. Superman se prepara para defenderme. Lex sonríe maléficamente mientas una poderosa concentración de energía oscura aparece en ambas palmas de sus manos. Pero mejor luce mi hijo, realiza algo nunca visto: su cuerpo atrae una gran cantidad de rayos del sol como un imán nuclear. Yo estoy a la expectativa ante el inminente choque de titanes. Cuando están a punto de colisionar el villano se esfuma en el aire. No hay asombro. Desapareció porque ya hemos salido del laberinto y la aventura terminó. De regreso seguimos jugando hijo -le dije para consolarlo-. Lo dejo en su primer día de escuela con mejor ánimo, llega al aula jugando con sus muñecos de Batman y Superman. Yo ya estoy en el colegio y aún sigo sonriendo. Su vida es una aventura que apenas está por empezar.




Francisco J. Flores R.

lunes, 3 de junio de 2019

FÁBULA DE UN INMIGRANTE. 
Capítulo VIII.
"Éramos felices y no lo sabíamos"
Estoy seguro de que la rutina premigratoria de la inmensa mayoría de los venezolanos desplazados consistía en trabajar de lunes a viernes  durante un horario razonable. Incluso, muchos de ellos ganaban altas sumas de dinero sin esforzarse mucho, sin levantarse temprano, sin violar las leyes. Ni Sherlock Holmes podría deducir ese misterio. Si pisabas firme en nuestra tierra, seguramente emanaba una buena porción de petróleo para ti. Desde el que hubiera nacido en suelo criollo hasta el proveniente de Pekin. Los fines de semana eran rituales sagrados: algunos se dedicaban al ocio relajante, otros se iban a viajes recreativos. Y una gran parte, los héroes absurdos de la existencia, se sumergían en aventuras alcohólicas. En este último grupo estaba yo metido hasta la médula. Si entrabas durante esa época dorada a la casa de mi madre, podías observar las repisas plagadas de una cantidad opulenta de esqueletos etílicos, testigos de las noches festivas que nos vieron disfrutar la efímera felicidad de la embriaguez. En mi país, beber desenfrenadamente no era un escándalo deplorable, ni una excusa sinuosa que dejaba traslucir tristeza o sufrimiento. Simplemente era tan común como cenar arepas y tan necesario como tomar café por las mañanas. Allí, en un pueblo tranquilo y beodo, nos conformábamos con una vida sencilla pero plena. Y todo iniciaba un viernes por la noche cuando alguien del grupo preguntaba por mensaje la célebre: Qué vamos a hacer hoy?, todos sabíamos que íbamos a hacer, pero nos encantaba complicarnos la existencia para lograrlo, quizá eran actos inconscientes para no convertir estas faenas en rutinas. Nuestras noches eran una montaña rusa de bebidas: iniciábamos con cervezas, luego tornábamos a ron y después aceptábamos lo que viniese. Además, la velada se nos iba entre partidas extensas de dominó, charlas jocosas sobre nuestras vidas, bailes torpes entre risas  o entonando canciones variadas, acompañadas con mi hermano el guitarrista. Recuerdo todas las sonrisas de mis amigas, los gritos peculiares de mis hermanos del alma, los abrazos cariñosos de mi primo Carlitos, la mirada azul de mi esposa cuando éramos novios y la dulce voz de mi madre que de vez en cuando aparecía para acompañarnos un rato. Tampoco olvidaré todas las veces que decía: "Yo salgo de mi país pero de vacaciones!. Además, prefiero conocer primero toda Venezuela antes que irme a otro lado". Como reza el dicho: éramos felices y no lo sabíamos, aunque en el fondo yo sabía que sí.





Francisco J. Flores R.

FÁBULA DE UN INMIGRANTE.  Capítulo XV. "Vivir, soñar, ser" Quizá mis lecturas también me han hecho mucho daño. Y ahora, cua...