Capítulo XV.
"Vivir, soñar, ser"
Quizá mis lecturas también me han hecho mucho daño. Y ahora, cual quijotesco infinito, pienso que emigrar ha vuelto mi realidad un completo constructo ficcional. Ya no sé si estoy despierto o dormido, ni cuáles son las ligeras distinciones ontológicas. Por ratos me siento lúcido y real, luego un punto de inflexión vulnera mi consciencia y me cuesta creer que ya no estoy en mi antigua nación, que ya no soy lo que era, y mi mente flota torpemente mientras camino. La vida es sueño, la frase homónima de mi obra preferida, o el sueño es la vida, la sentencia interpretativa de mi profesor preferido. Lo cierto es que nada es completamente real porque la vida es un vacío que llenamos de experiencias, de sueños y de sufrimiento, convirtiéndose en un ensayo literario que sale pasear elegantemente en búsqueda de la verdad. Bendita crisis de identidad la que embarga al inmigrante, que pierde pedazos de su alma y luego debe enmendarla con retazos de recuerdos y de anhelos. La vida también es un arte, un hermoso evento extraordinario escrito por Dios, pero los adultos dejamos de ser felices porque cuando conocemos el dolor y la crisis no sabemos qué hacer con eso. Y envidiamos a los niños que sueltan risas en un mar de llanto repleto de voces mayores. Lo cierto es que don Quijote ya no es el único personaje triste y solitario que la mayoría ignoraba, los expertos están equivocados. Somos muchos los ingeniosos hidalgos que andamos regados por el mundo tratando de vivir utopías. Algunos dicen que no debimos salir de nuestro país a llevar nuestro apocalipsis a otros lugares, y eso me hace sentirme como unos de los Hombres X que se esconden de una humanidad radical que nos rechaza y clama que volvamos a nuestro lugar de origen. Cuando observo injusticias en contra de mis hermanos, me dan ganas de sacar mis garras de adamantium, mostrar nuestra naturaleza feroz. La ira se dispersa rápidamente con mi memoria tocando a la puerta. Se me olvidaba que hay un bando de mutantes que odia a la humanidad, están mermándolos con sus poderes destructivos y acrecentando el rechazo hacia nosotros. Aunque a diferencia del grupo que seguía los ideales de Magneto, esta masa caótica no cree en nada y representan la involución, la oscuridad total, la muerte inservible. No vale la pena contraatacar, es preferible seguir los preceptos cristianos e inundarnos de tanta mansedumbre que haga brillar cada palabra de la Biblia. Al parecer Nietzsche nos ha encerrado en su eterno retorno, porque las ganas de emigrar van y vuelven una y otra vez. Nos hemos convertido en expedicionarios, buscando el paraíso perdido desde que nos obligamos a exiliarnos. En este ahora que ya ha sido y que volverá a ser por tiempo indefinido, me percato de que Colón tenía razón, Venezuela era el jardín del Edén, tristemente destruido por manos inicuas. Lo sé ya que sin ánimos de subterfugios, esa debe ser la razón para el éxodo masivo que nos embarga, que genera un nuevo éxodo que se repite dos, tres y hasta más veces si es necesario en busca de la tierra prometida. Nos enfermamos de incomodidad existencial y ni sabemos si tiene cura porque nuestro paraíso ya ha sido devorado por el tiempo, se perdió en una realidad inasible a la que podemos ir solo en sueños. Es hora de retirarme, la visión y el enigma me llaman para proseguir el duro andar que me espera en este anillo frágil de laberintos. Buscaré las huellas divinas para no perderme. Iniciaré empresas más difíciles que derrotar a gigantes de casi dos leguas. Me voy porque ya siento un nuevo despertar. Vivir, soñar, ser.
Francisco J. Flores R. |
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